Si entendemos por corazón más que el órgano que nos mantiene vivos; si lo vemos como el motor vital, no sólo de lo orgánico sino de lo volitivo; un corazón que late en lo físico y en lo espiritual; un corazón que representa nuestro centro, el núcleo, la sede del amor, del querer y del deseo; entonces nuestro corazón es Corazón.
Sé que esto puede ser difícil en esta era de la tecno-ciencia en la que hablar así del corazón es una cosa de románticos idealistas, irracionales, pseudocientíficos ignorantes que no ven con claridad que el corazón es sólo un órgano que sirve para bombear sangre al resto de componentes orgánicos; en esta era en la que es de nostálgicos hablar del corazón como centro, como núcleo, como casa del querer, del desear, incluso del pensar o, yendo más allá, de la mente. Qué podemos pensar cuando alguien como éste que escribe, que se licenció en psicología, que siguiendo los actuales mitos de la ciencia debería ser cerebro-centrista y apoyarse en la neuroanatomía para describir los fenómenos de la actividad humana, se decide a traer de nuevo esa manida y desgastada “falacia” del Corazón. Pues podríamos pensar lo siguiente: sus razones tendrá para hacerlo.
Últimamente se suele apelar a lo científico como prueba irrefutable (aunque la misma ciencia se base en la refutabilidad de sus propias teorías) de que algo es como es y no puede ser de otra manera. Pero en este caso voy a recurrir al entorno más profano de la lengua.
Corazón: esta hermosa palabra tiene su origen en el latín “cor, cordis”, de donde derivan otra serie de palabras que utilizamos hoy en día y que son, como veremos más adelante, muy interesantes para comprender la naturaleza de los conflictos. Así pues, hablamos de corazonada1 cuando conocemos algo de antemano, lo pre-sentimos y el corazón nos impulsa hacia ello aunque a veces no concuerde2 con lo que en principio creíamos o pensábamos. A veces vivimos tranquilos en un ambiente de paz y concordia3, sin embargo todo es transitorio y tarde o temprano surge la discordia4, acaece el conflicto y afrontarlo requiere coraje5. Entonces tratamos de entendernos, iniciamos un viaje en busca de un acuerdo6 queriendo que se junten nuestros corazones; puede que fracasemos en esta empresa y que acordando el desacuerdo no nos quede otra que ser cordiales7 y tener la suficiente cordura8 como para obrar con misericordia9, con compasión porque dos corazones que se separan son dos corazones miserables o, recordando10 unos hermosos versos de Machado:
“Poned atención:
un corazón solitario
no es un corazón.”
(Antonio Machado en Proverbios y Cantares, LXVI)
En todas estas palabras aflora la hermosa sabiduría de la metáfora, desde la cual la comprensión se realiza de forma súbita y la realidad se revela sencilla mas con toda su complejidad. Vamos a aprovechar estas nobles metáforas para acercarnos con mayor claridad al complejo mundo del conflicto:
El término conflicto proviene del latín “fligere”, es decir, golpear, afligir. Más específicamente con-flicto se refiere a cuando, al menos, dos elementos chocan el uno contra el otro. Por lo tanto, un conflicto ocurre cuando dos corazones se chocan, se golpean mutuamente. Esto es un conflicto, dos (o más) corazones en colisión.
El conflicto, es decir, el choque entre corazones tiene un origen, ese origen es el deseo. El deseo es la fuerza que mueve y orienta a los corazones, sin deseo los corazones ni se orientan ni se mueven; por eso el deseo es el origen de la colisión, del conflicto.
Por lo general a los corazones les gusta ir acompañados y acompasados, escuchando los mágicos acordes11 que brotan de latir en armonía. Sin embargo, en algunas ocasiones el deseo es tan grande que los corazones incluso se ciegan, y al no ser capaces de ver a los otros corazones no pueden esquivarlos y chocan.
Chocar es algo común entre los corazones, no es algo excepcional, no es raro, ni es extraordinario. Precisamente por ello el corazón es muy resistente; está hecho a prueba de golpes y, pese a que pueda llegar a helarse o volcarse de un susto, siempre tiene la fuerza para levantarse, calentarse y seguir latiendo.
Como ya se ha dicho, a este momento en el que (al menos) dos corazones chocan lo llamamos conflicto. Si los que chocan son dos corazones cuerdos, es decir, sanos y prudentes es posible que actúen cordial y amablemente para llegar a un acuerdo que concuerde con los deseos de ambos. También puede ocurrir que a pesar de entenderse, sus deseos sean tan dispares que se conformen con el desacuerdo mas, siendo dos corazones cuerdos, misericordiosos y cordiales, se alejarán pacíficamente sin descorazonarse12.
Puede ocurrir que alguno o ambos corazones no estén lo suficientemente cuerdos para afrontar el choque con amabilidad y cordialidad. Estos dos corazones se encogerán en un puño, escondiéndose el uno del otro, temerosos. Siendo así se convertirán mutuamente en un incordio13 y les será difícil entenderse y llegar a un acuerdo; pues aún siendo sus deseos próximos, ellos los verán lejanos y dispares. Probablemente lleguen a un mal acuerdo, y de llegar al desacuerdo se alejarán habiéndose descorazonado, doloridos y miserables…
Existe una esperanza para estos corazones dolidos, pues en su ceguera volverán a chocar tarde o temprano con otros corazones, y es probable que alguno de esos corazones sea un corazón cuerdo, cordial y misericordioso. Siendo cuerdo, cordial y misericordioso, podrá dar cobijo a un corazón dolido, temeroso y descorazonado; acogerlo en un refugio de paz, calidez y concordia donde, este temeroso corazón, respire el oxígeno de la liberación y alivie así sus dolores; protegerlo tras el tierno abrazo de la aceptación para que, este dolido corazón, encuentre el instante adecuado y abandone la muralla de sus temores; bañarlo con las aguas claras del océano del amor para que, este descorazonado corazón, deje de vagar solitario y recupere la cordura, la cordialidad y misericordia para poder llamarse de nuevo Corazón.
Así de sencillo y complejo es el maravilloso mundo del conflicto entendido desde el Corazón.
NOTAS
1Corazonada: impulso, presentimiento, recibir un aviso del corazón.
2 Concordar: estar junto a nuestro corazón.
3 Concordia: relación pacífica, vivir con corazón.
4 Discordia: estar alejado o en desarmonía con el corazón.
5 Coraje: esta palabra nos llegó a través del francés courage que a su vez deriva de coeur (corazón) y que nos lleva de vuelta al latín “cor”, “cordis”. Significa valor, es decir, llevar el corazón por delante.
6 Acuerdo: Proviene del latín accordare, es decir, ir hacia o unir los corazones. De acuerdo viene desacuerdo como opuesto, alejar o separar los corazones.
7 Cordial: afectuoso, noble de corazón.
8 Cuerdo: Procede de cordado, que a su vez deriva del latín cordatus y significa prudente, sano de corazón.
9 Misericordia: Esta palabra es igual en latín y resulta de la unión de miser (mísero) y cor (corazón), es decir, tener corazón por los miserables o desdichados.
10 Recordar: procede del latín recordari, y significa sentir de nuevo (re-) a través del corazón.
11 Acordes: Al igual que acuerdo, proviene del latín accordare pero aquí su significado es más el de estar en armonía (musicalmente).
12 Descorazonar: Arrancar el corazón.
13Incordio: Procede del antiguo encordio, del latín antecordium que designaba un tumor que se daba en el pecho de los caballos, justo delante del corazón; este tumor podía llegar a dificultar la respiración y el movimiento, de ahí la idea de incordio como algo que resulta molesto.
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