Paciencia

Últimamente, es decir, en los días que no hace más de unos meses que he dejado atrás, me he dado cuenta que estoy tan seducido por las palabras que hasta me cuesta escribir. Tan pronto como me viene, la idea huye. No espera ni un poquito, se marcha haciendo ruido mientras yo miro, parado en el pasillo del vocabulario embadurnado de palabras, de vocablos, de conceptos, todos apropiados, ninguno perfecto. Busco, ordeno y desordeno, encuentro y desecho, todo desde una obsesión tranquila y a la par, el ruido de la idea agota el último eco; ¿dónde está? Si casi había empezado, ya tenía la primera palabra: Paciencia.

De nuevo se fue la idea y en el vacío de su rastro surgió un otro amor, una otra palabra. Vestida por la nobleza de los siglos, ascendida al balcón de las Virtudes desde donde nos saluda, se antepone a la Ira mejilla tras mejilla. Todo tiempo le parece poco, ¿qué es la eternidad sino un mero suspiro? Y tras la lluvia sale el sol: simple acción delatora es la espera. Bien lo sabe ella, soporte por vocación, que es el suelo donde el sufrimiento dejó sus huellas. Aunque en realidad es un espejismo, una otra imagen deformada del silencio. Paciencia es sólo otro, de los rostros visibles de Dios.

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Por David Álvarez Carretero.

En Valladolid,

siendo la vigésima y quinta noche del primer mes

del año dos mil dieciséis después de Cristo.