Tres Nobles Verdades de las Emociones

Cada vez es más difícil sostener los rígidos discursos que nos decían que las emociones son algo a evitar y reprimir, o que son un problema que la razón tiene que resolver. Hoy somos conscientes del imprescindible papel que las emociones juegan en nuestra capacidad de relacionarnos, de interpretar la realidad o de tomar decisiones; tanto es así, que hasta hemos empezado a hablar de una nueva forma de inteligencia: la inteligencia emocional.

¿Qués es la inteligencia emocional? Para mí, consiste en cultivar una relación sana y cuidadosa con nuestras emociones, basada en la atención, la aceptación y el diálogo. Conocer un poco más su naturaleza nos facilitará exponernos a sus sensaciones y valorar de forma positiva su presencia, incluso la de aquellas que nos resultan molestas.

Hay tres nobles razones por las que aprender a relacionarnos con las emociones desde el cuidado y no desde la lucha:

Son humanas

  • Aceptar

Todos los seres humanos nacemos con la capacidad de emocionarnos. Las emociones forman un lenguaje vital que conecta nuestros cuerpos más allá de las fronteras, más allá, incluso, de nuestra especie. Son naturales, espontáneas y, por ello, inevitables.

No escogemos qué sentir a cada momento, la emoción brota por nuestra propia naturaleza. Luchar contra ellas es generar rechazo y, quizá, culpa. En el camino de sanar la primera actitud que necesitamos cultivar es la aceptación.

Dan significado

  • Dialogar

Toda emoción hunde sus raíces en el cuerpo y lleva hacia la luz de la consciencia nuestro mundo íntimo de sensaciones. Este conocimiento subjetivo nos ayuda a seleccionar del mundo lo que es relevante, lo que nos está afectando y necesita ser atendido.

Las emociones que nos visitan contienen información valiosa y lo mejor que podemos hacer es dialogar con ellas: preguntar por su nombre, su lugar de origen, su destino y, ante todo, qué necesitan para volver a la Calma.

Se pueden regular

  • Canalizar

Afortunadamente no tenemos por qué ser víctimas de las pasiones. Aceptarlas y escucharlas no implica dejarnos llevar por ellas. Al contrario, al conocer su nombre, su origen y necesidad, fortalecemos nuestra voluntad y capacidad de decidir en sintonía con nuestros valores.

Es bueno aprender a canalizar sus energías tal y como hacemos con el agua. Podemos enfriarnos para atenuar su intensidad, fluir para aliviar su drama o encauzar la experiencia para actuar en nuestra vida con mayor tacto y madurez.

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