Las emociones son flores que germinan
de «La Flor de las Emociones»
y marchitan sin parar en nuestros campos.
Cada flor viste diferentes colores:
podrás encontrar floridos miedos negros
lejos de las soleadas alegrías,
el solitario azul de las tristezas,
las ígneas rojerías de las iras,
o rubores rosáceos de amores.
La palabra misma nos da una pista valiosa: –moción, que significa movimiento. Las emociones son nuestra naturaleza dinámica, las fuerzas que nos motivan y empujan a pensar y actuar en el mundo.
El prefijo e– significa hacia fuera, luego las emociones son un movimiento que surge de lo profundo de nuestro cuerpo, pasa por la mente y alcanza nuestra consciencia. Tienen una función concienciadora.
Cada emoción tiene un objetivo, y para lograrlo nos sitúa en una energía determinada. Así la energía de la ira es distinta a la de la tristeza, y por ello también lo es su forma de respirar.
La respiración está profundamente unida al estado de ánimo, gracias a ello surge también la posibilidad de regular la intensidad de lo que sentimos. Respirar rápido, fuerte y corto, nos altera; respirar lento, suave y profundo nos Calma.
Siempre percibimos el mundo desde un estado emocional. Dicho con otras palabras: toda relación es afectiva, ya sea lo otro una persona, animal, planta, objeto, concepto… Son el punto de partida, el lugar desde el que miramos.
Es por eso que las emociones nos hablan de la cualidad del vínculo que estamos formando (amistoso, amoroso, curioso, destructivo…). Algunas relaciones son sencillas, pero otras son ambivalentes y convocan toda una constelación de emociones. En cualquier caso, siempre señalan un con qué y un cómo.
Los afectos están en la base de la percepción y el pensamiento. La mente, alimentada por las impresiones afectivas, emprende su actividad. La forma que toman sus pensamientos viene dada por un esquema emocional. Así tenemos que cuando nos abrimos al mundo desde la curiosidad, la mente observa con interés e imagina cómo funciona el mundo; mientras que desde la inseguridad imagina escenarios de miedo.
Saber que la mente sigue a la emoción nos ayuda a darnos cuenta que para cambiar de pensamiento hay que cambiar de emoción. El enfado nos ayuda a impedir que violen nuestros límites, pero la compasión nos ayuda a decirlo con amabilidad.
Las emociones surgen sin previo aviso, esa es su naturaleza espontánea. Pero no son irracionales ni caprichosas, sino que su razón de ser la descubrimos o entendemos después; son pre-racionales.
Cuando atendemos las emociones descubrimos que encajan en nuestra realidad del instante, son idóneas. En ocasiones no son ideales, es decir, que una emoción no resulta la que mejor respuesta da a la situación que vivimos; sin embargo, saber que son idóneas, nos ayuda a aceptarlas y entender que si esa emoción aparece, y no otra, es debido a que encaja con la situación que vivimos junto con nuestras experiencias previas y deseos futuros.
La naturaleza emocional es idónea porque en ella convergen a la par pasado, presente y futuro.